No es que yo sea un asiduo visitante de estos locales, pero la experiencia comienza a convencerme de que, lejos de ser un lugar de esparcimiento y diversión, las boleras son unos locales mucho más peligrosos y propensos a los accidentes de lo que parece. Al menos, así lo sugería un vídeo protagonizado por una aficionada y su, digamos, desacertado lanzamiento que colgué por aquí hace unos años y ahora parece confirmarlo este otro vine que, además, demuestra que la torpeza no es cuestión de sexos.
Eso sí, debo asegurar que, aunque en las tres o cuatro escasas veces que he jugado a los bolos en mi vida creo haber conseguido un solo strike, al menos, el techo —o cualquier otro elemento estructural del edificio— siempre resultó indemne. Y, por lo que veo, ya es mucho decir.
